La crisis en Ucrania responde a tres conflictos entrelazados. Por una parte la competencia imperialista entre Rusia y occidente —representado por la UE, los EEUU y la OTAN—. Por otra parte, los conflictos internos entre diferentes sectores (pro rusos o pro UE) de la oligarquía nacional. Por último, la fuerza de un movimiento popular que ha sido cooptado por la derecha y la extrema derecha.
Esta crisis puede desarrollarse en una guerra de sangrientas consecuencias. La izquierda revolucionaria ha de oponerse a cualquier intervención militar en Ucrania, venga esta de la OTAN o de Rusia. Del enfrentamiento entre intereses inter-imperialistas, con sus respectivos apoyos internos de sectores enfrentados de la oligarquía ucraniana, solo pueden surgir condiciones peores y sufrimiento para las clases populares ucranianas.
La ocupación militar de la península de Crimea por parte de la Rusia de Putin responde a los intereses de la clase dirigente rusa que teme perder influencia en Ucrania y el resto de países de la ex Unión Soviética. Hay que recordar que en Sebastopol (Crimea), Rusia tiene una de sus bases militares, que en este caso es la salida al Mar Negro y por ello un punto geopolítico estratégico importante para Rusia. Al mismo tiempo la posición defendida por los EEUU y la UE no responde a ningún “interés antibelicista”, sino que es la estrategia de la clase dirigente occidental para extender su influencia en la zona.
La crisis económica, la pobreza, el altísimo paro juvenil, las pésimas condiciones sociales para la mayoría de la población ucraniana y la rampante corrupción, son algunos de los elementos del contexto que explican la explosión de un movimiento popular en contra de las élites que ha tumbado, forzando la votación parlamentaria, al gobierno del pro-Ruso Yanukovich. Aun así, la extrema debilidad de la izquierda en Ucrania, ha facilitado la hegemonía política de la derecha y la extrema derecha en el movimiento y las plazas.
Los fascistas han ido ganándose el respeto en las plazas al ser la única fuerza organizada. La feroz represión que el gobierno de Yanukovich lanzó contra las plazas no solamente radicalizó la protesta sino que situó a las fuerzas de la extrema derecha en una posición central. Los intentos de activistas de izquierdas de participar en las plazas han sido respondidos por la ultraderecha, expulsándolos en varias ocasiones de las plazas. Incluso los intentos de dotar a las plazas de una estructura democrática, basada en asambleas, que les permitiera ser altavoz independiente, se han encontrado con la barrera de una oposición política dominada por la derecha.
El nuevo gobierno formado por un tripartito de derechas neoliberal y pro UE, incluyendo a Svoboda (un partido fascista), no puede responder a los intereses sociales de la mayoría de la población. Tampoco las ayudas económicas que este gobierno ya ha pedido al FMI van a suponer una mejora para la mayoría. Al contrario, en un país ya ahogado por la deuda, las “ayudas” del FMI sólo traerán más recortes a los servicios sociales, como hemos visto recientemente en los países “rescatados” de la periferia europea.
Es necesario apoyar el incipiente movimiento antiguerra en Rusia que denuncia los planes imperialistas de su gobierno. Además, aquí y en todo el mundo, hace falta impulsar un movimiento antiguerra que se oponga sin tapujos a la intervención militar en Ucrania, venga esta de Rusia o de la UE. Cualquier posición que no rechace alinearse con un sector u otro de la clase dominante desactivará políticamente al movimiento, dejándolo en manos de la iniciativa política de la clase dirigente, del este o del oeste. De ahí que el viejo eslogan “Ni Washington ni Moscú, sino socialismo internacional” cobre hoy más sentido que nunca.
Los anhelos democráticos y emancipatorios que se desarrollaron en las calles y plazas ucranianas no encontrarán salida mediante el apoyo a tal o cuál sector de la oligarquía ucraniana. El apoyo internacional que el pueblo de Ucrania necesita no es con la oligarquía pro rusa situada hasta hace poco al lado de Yanokuvitz ni con el actual gobierno neoliberal y pro UE en Kiev, sino con la población trabajadora de Ucrania, que hasta hoy no ha podido plantear una alternativa política, social y sindical de clase e independiente.
En lucha, 10 de marzo de 2014