Los acontecimientos en Ucrania son cada día más dramáticos. Hace tres semanas el socialista ruso Boris Kagarlitsky escribió:
“Las nuevas autoridades ucranianas se enfrentan a un dilema extremadamente desagradable. Los disturbios en el sureste los pueden machacar sólo con la ayuda de la organización de la extrema derecha “Sector derecho” y sólo al precio de una matanza a gran escala. La policía y el ejército son de poca confianza […] El resultado es que las autoridades tienen que poner en juego a los guerreros de la extrema derecha.
El problema aquí no es la ideología del “Sector derecho” ni sus peculiaridades psicológicas […] Estos matones no tienen ningún entrenamiento y la primera cosa que van a hacer es romper huesos y asesinar a gente”.
El viernes pasado, este escenario se hizo realidad en Odesa. 40 personas han sido asesinadas por los fascistas del “Sector derecho”, atrapadas en el edificio de los sindicatos. La mayoría de los asesinados se quemaron vivos cuando los fascistas atacaron el edificio con cócteles mólotov. Los que intentaron salir al exterior, se enfrentaron a los asesinos armados.
No se puede comprender lo que está sucediendo en Ucrania si se atiende a las etiquetas que han impuesto a la gente los medios de comunicación. De la misma manera que los manifestantes en la Plaza (Maidán) de la Independencia en Kiev habían sido marcados como “pro-europeos”, ahora la gente que ha sido asesinada en Odesa, como los rebeldes en Donetsk y Lugansk, son todos “pro-rusos”.
Ucrania sigue siendo un tablero de ajedrez sobre el cual chocan dos campos imperialistas –Occidente y Rusia-. Además sigue siendo un país en el cual dos ramas de la clase dirigente se enfrentan en una guerra despiadada y cada una de ellas intenta utilizar todas las armas disponibles (propaganda, chantajes, fascistas, mecanismos estatales y paraestatales, amigos y protectores en el extranjero). Aún así, hay una tercera dimensión que no está bajo el control ni de los imperialistas, ni de los oligarcas ucranianos. Es la entrada de las personas ordinarias en la escena política.
En momentos de crisis profunda como la de hoy, las masas no piden permiso a la historia para invadir en la vanguardia. Lo hacen al asalto y sin ninguna preparación. Muchas veces se lanzan en la batalla con banderas confundidas y con aliados confundidos. De la misma forma que muchos manifestantes en Kiev llevaban la bandera de la UE, considerándola un símbolo de liberación, algo parecido hacen los manifestantes en la Ucrania sureste, llevando banderas del pasado soviético “glorioso” o banderas rusas.
Pero en realidad es la misma crisis que se profundiza. La gente en Ucrania oriental se sublevó contra lo que expresa el nuevo gobierno ucraniano. El gobierno de Arseniy Yatseniuk tomó el poder a finales de febrero pisando al movimento de Maidán y levantándose sobre él. Obtuvo la bendición del Oeste aunque contaba en sus líneas con los fascistas del partido Svóboda, y fue sabido que los fascistas más extremos del “Sector Derecho” habían jugado un papel importante en el cambio. El gobierno Yatseniuk no supuso la realización de las expectativas de los manifestantes. Simplemente, una parte de los capitalistas ucranianos cambió de opinión sobre qué proyecto político iba a apoyar y, con ellos, cambiaron de “opinión” los diputados que apoyaron el nuevo gobierno. Es el mismo parlamento que, hasta hace poco, apoyaba al derrocado Yanukóvits, que ahora da su apoyo a Yatseniuk.
Gobierno de kamikazes
El gobierno Yatseniuk sabía y sabe que es un “gobierno de kamikazes”, como se llama a sí mismo. Tiene que imponer una serie de graves medidas de austeridad para asegurar la supervivencia del capitalismo ucraniano con la “ayuda” del FMI, los EEUU y la UE. La economía, según estimaciones conservadoras (sin tener en cuenta la posibilidad de generalización de los choques militares), se va a contraer un 4% este año. En condiciones como éstas, aumenta el precio de los carburantes, de los bienes de primera necesidad, privatizan y recortan los gastos sociales. Sobrevivir para los capitalistas significa no sobrevivir para la población que está en peligro de morirse por el hambre y el frío.
Los kamikazes del gobierno no tienen que resolver sólo el problema económico sino también imponer estabilidad política, para lo cual por ahora parece que tienen herramientas muy débiles. Las dos herramientas que hasta ahora consideran como más importantes son el nacionalismo y los fascistas. Por un lado, a los fascistas Yatseniuk los puso en su gobierno previendo que el movimiento al que había pisado no retrocedería tan fácilmente. Por otro lado, el nacionalismo ucraniano sirve para que se presenten todos los que están contra el nuevo gobierno como agente de Putin y quebrantador de la unidad del país. Este plan, de todas formas, no está libre de trabas. Recientemente, en el mismo Maidán echaron a patadas a los fascistas del “Sector Derecho” cuando intentaban sacar partido de un acto por la memoria de los muertos en la revuelta.
Lo que Yatseniuk no previó ni lo más mínimo fue que el plan de austeridad junto con estas dos herramientas políticas reaccionarias incitarían en la mitad del país una reacción totalmente contraria a la que esperaban. Donetsk y Lugansk se han proclamado “repúblicas populares” autónomas y van a celebrar referéndums para independizarse de Ucrania. Movimientos similares han estallado desde Jarkov hasta Odesa.
¿Bajo el control de Putin?
Este movimiento no está bajo el control de Putin. En la reciente reunión en Ginebra, Rusia puso su firma en el llamamiento que dice “Todos los grupos armados ilegales deben quedar disueltos, todos los edificios apropiados de manera ilegal deben ser devueltos a sus propietarios legítimos, todas las calles, plazas y espacios públicos tomados ilegalmente deben ser desocupados.”
La desocupación de los edificios y de las calles en el sureste significa luz verde para la reocupación por las fuerzas que Yatsniuk está concentrando.
Putin está tan atrapado como el gobierno de Kiev. Habló en la lengua del nacionalismo gran ruso y prometió protección a la población – pero esto ha generado reivindicaciones de la gente. Si no hace nada, habrá abandonado a sus aliados en Ucrania. Si intenta a intervenir, tendrá que responder a las demandas de un movimiento que no pide solamente “unión con Rusia”. En la citada reunión de Ginebra, los rebeldes del este no han estado representados. A los ojos de los europeos y estadounidenses, Putin era… su representante.
Tuvieron que trascurrir algunos días tras las negociaciones para que confesaran que hay fuerzas que no rinden cuentas ni a Kiev ni a Moscú. Kagarlitski en un texto reciente explica: “Portavoces de la república de Donetsk y de los movimientos de Ucrania sureste aparecen frecuentemente en Moscú, donde son bienvenidos amablemente y con benevolencia. Se organizan reuniones con periodistas y diputados. Pero las personas a través de las cuales Moscú expresa su apoyo al “pueblo hermano” no pueden decidir de nada, ni siquiera participan en las discusiones sobre asuntos importantes. Las utilizan sólo para transmitir fórmulas propagandísticas y no forman la agenda política.”
Pero la gente que esta luchando en la calle esta luchando por su vida y no por razones propagandísticas. Un residente de la ciudad de Gorlovka, en Donetsk, describe: “Hace sólo seis meses, aquí había sólo gente simple que veía la televisión y se quejaba por las malas condiciones de las calles y los servicios públicos. Ahora se han convertido en militantes. Habiendo estado muchas horas en el edificio [ocupado] del gobierno local, no he visto ni a una persona venida de Rusia. Era gente de Mariupol, Gorlovka, Dzerzhinsk, Artemovsk, Krasnoarmeysk. A mi lado estaban residentes de Donbás (la cuenca de Donéts) – gente que está a nuestro lado cada día en el autobús, en las colas, gente con quien discutimos cuando deja abierta la puerta del bloque. […] Estaban todas estas personas a las que hace un mes y medio les “suplicaban” en las empresas privadas y públicas para aceptar voluntariamente una bajada en sus salarios miserables. He aquí otra posible conclusión: cuanto más expriman los salarios de los residentes de Donbás, más manifestantes va a encontrar Kiev al sureste”.
El movimiento en el sureste no es “claro”, cómo nunca son claros los movimientos masivos. En sus líneas intentan intervenir los nostálgicos de Yanukovich, los amigos de Putin, fuerzas fascistas del mismo tipo que el “Sector Derecho” pero de orientación pro-rusa. Mucha gente ve a los manifestantes de Maidán como el “campo contrario”. La verdad, tan contradictoria como puede parecer, es que la revuelta en el sureste es hija de la revuelta en Kiev. Los imperialistas de todos los orígenes reproducen la división, queriendo constreñir a los rebeldes en sus propios moldes y a sus propios planes.
El reto es cómo de rápido la gente en el este y en el oeste de Ucrania, a través de su propia experiencia, construirá puentes y pondrá el sello de sus propias reivindicaciones contra la manipulación de los de arriba. Por nuestra parte, aquí en el estado español, tenemos deberes concretos. Contra la UE y el FMI, que están chantajeando a la gente con las medidas de austeridad y les empujan a pedir protección del gobierno de Kiev o de Putin. Contra los fascistas, primero aquí en nuestros barrios, demostrando que la lucha antifascista se construye con movimientos y no con alianzas internacionales. Codo con codo con los inmigrantes y las inmigrantes de Ucrania contra la austeridad, el racismo y las fronteras cerradas. En el estado español y en Ucrania la lucha es la misma. No dejaremos a los imperialistas hacer de los trabajadores peones para sus juegos estratégicos.